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Somos puentes de Luz que unen la Tierra con el Cielo

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miércoles, 10 de agosto de 2011

LA BOTELLA




 LA BOTELLA

Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed, por su buena ventura, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techos, el hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra dónde acomodarse para huir del calor y del sol desértico, mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada, él se arrastró hacia allí, tomó de la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero ¡nada sucedía!

Desilusionado, cayó postrado para atrás,  notó que a su lado había una botella vieja, la miró, la limpió de todo el polvo que la rodeaba, y pudo leer un recado que decía:

- “Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar”.

El hombre desenroscó la tapa de la botella, y en realidad, ahí estaba el agua la botella estaba llena de agua!, de repente, él se vio en un dilema, si bebiese aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que él quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada!

¿Qué debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje?, ¿debiera perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no sé cuánto tiempo atrás?

Con reluctancia, el hombre derramó toda el agua en la bomba, enseguida agarró la manivela y comenzó a bombear y la bomba comenzó a rechinar sin parar, ¡nada pasaba!

La bomba continuaba con sus ruidos y entonces surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia, agua fresca, cristalina, él llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante.

 Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta la boca, tomó la pequeña nota y aumentó la frase:

- "Créame que funciona", usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente!

Hay varias lecciones preciosas que podemos extraer de esta historia. Cuántas veces tenemos miedo de iniciar un nuevo proyecto pues este demandara de una enorme inversión de tiempo, recursos, preparo y conocimiento. Cuántos se han quedado parados satisfaciéndose con los resultados mediocres, cuando podrían conquistar victorias significativas…

Desconozco el Autor



© Fran S

martes, 9 de agosto de 2011

CLAVOS QUE DEJAN HUELLA




CLAVOS QUE DEJAN HUELLA

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter.

Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavo 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.

Un día descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llego el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.

Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.

Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos que quitar de la puerta...

Su padre lo tomo de la mano y lo llevo hasta la puerta. Le dijo:

- Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta…

Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.

Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.

Desconozco el autor


© Fran S 


miércoles, 3 de agosto de 2011

CORAZÓN DE CEBOLLA





CORAZÓN DE CEBOLLA

Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas. Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado. Por eso daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero de pronto, un buen día empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado... El caso es que los colores eran irisados, deslumbradores, centelleantes, como el color de una sonrisa o el color de un bonito recuerdo. Después de sesudas investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor, resultó que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón (porque también las cebollas tienen su propio corazón), una piedra preciosa. Esta tenía un topacio, la otra un aguamarina, aquella un lapislázuli, la de más allá una esmeralda... ¡Una verdadera maravilla!

Pero por una incomprensible razón se empezó a decir que aquello era peligroso, intolerante, inadecuado y hasta vergonzoso. Total, que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e íntima con capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Hasta que empezaron a convertirse en unas cebollas de lo más vulgar.

Pasó entonces por allí un sabio, que gustaba sentarse a la sombra del huerto y sabía tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y empezó a preguntarlas una por una:

- ¿Por qué no te muestras como eres por dentro?

Y ellas le iban respondiendo:

-Me obligaron a ser así... Me fueron poniendo capas... incluso yo me puse algunas para que no me dijeran...

Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya ni se acordaban de porqué se pusieron las primeras capas. Y al final el sabio se echó a llorar. Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre su corazón. Y así será hasta el fin del mundo. 

Desconozco el Autor



© Fran S